miércoles, 17 de marzo de 2021

Derechos y Deberes ciudadanos, en la Sociedad, la política y el poder - 1era parte.

 



Los chilenos estamos viviendo una aparente aporía: queremos que se rompan  todos los  “tejados de vidrio” que amparan a algunos y sirven de tope para el crecimiento de todos,  pero no sabemos cuándo terminará la “quebrazón de vidrios” y cómo al culminar esta  quebrazón podremos empezar a construir una sociedad que nos cobije y aglutine a todos y nos haga soñar una etapa nueva para el país”

Felipe Berríos, La Chimba, Antofagasta, Agosto 2020

 

Introducción

Estamos en una situación que debe ser descrito como una crisis, como la entendía Gramsci;  un contexto donde lo que tiene que morir aún no muere y lo que tiene que nacer aún no nace. A nivel mundial, desde fines de la Guerra Fría, que se viene hablando de un mundo en crisis, difícil de caracterizar con los conceptos del siglo XX, se ha hablado del fin de la historia, del  choque de civilizaciones, de sociedades líquidas, de que todo lo sólido  se desvanecía en el aire, la sociedad del riesgo, de mundos unipolares a multipolares, entre otros.  Quizá  lo  que  caracteriza  a  nuestro  tiempo  es  la  condición  de  crisis permanente  y nuestro desafío último saber adaptarnos a entornos rápidamente cambiantes.

En nuestro país tenemos altas expectativas debido a que las movilizaciones sociales del  año  pasado  se  canalizaron  institucionalmente  bajo  la  forma  de  un  cambio  constitucional,  firmado por una amplia porción de la elite política y aprobado por mayoría por los ciudadanos.

En este  momento constitucional y constituyente, entre otras cosas, apunta directamente a lo tratado en esta plancha; derechos y deberes ciudadanos, pero con unos apellidos, Sociedad,  la  política  y  el  poder.

Lo anterior  por que su  relación  es  clave  para  saber  en  qué  sociedad viviremos  y se desenvolverán  nuestros  hijos,  pero  también  es  una  pregunta  importante  como  masones ¿cuánto podemos aportar como orden y más específicamente, como masones  a este proceso?

No deseo hacer un trabajo que ya fue desarrollado ampliamente en el Convento Masónico llevado a cabo por la Gran Logia de Chile, ni menos hacer una descripción acerca de cada derecho y deber o topar con temas latamente desarrollados como con la ética y los valores, este trazado busca desarrollar los planos donde se desenvuelven los derechos y deberes, que son: sociedad,  la  política  y  el  poder.

 Desarrollo

El  contexto  de  producción de  los  conceptos  que  articulan  este trabajo  emerge en  la  modernidad.  Dicho  de  otro  modo, será  en  el  marco  de  la  sociedad  industrial  capitalista cuando los pensadores sociales, en general, comiencen a expresar desacuerdos y debates en  torno  a  los derechos y deberes ciudadanos, nos lleva a desarrollar temas de sociedad,  la  política  y  el  poder.

 La  transferencia  de  contexto  de  Antiguo  Régimen a eclosión del liberalismo y consolidación del capitalismo fue también el paso de  las comunidades antiguas a las sociedades modernas.  La política como la expresión de  organización de la polis y el control del poder, da paso al  entendimiento  de  la  política  como  la  construcción  de  órdenes alternativos  y  siempre en  disputa por el ejercicio del poder.

La pluralidad, la disidencia, la sensación de ruptura con el pasado, la conciencia histórica de los sujetos, serán parte constitutiva de lo moderno. A mediados del siglo XIX,  la respuesta de Marx a la pregunta sobre esta nueva sociedad  se vinculaba estrechamente al capitalismo. La  relación social orientada a la generación de  ganancia mediante la producción y la extracción de plusvalía. La regla de oro de la nueva sociedad  es  la ley  del  capital.

 Los  pensadores  marxistas  posteriores,  han  iluminado  distintos aspectos y ámbitos de la sociedad e incorporado una profunda complejización al  análisis social, sin embargo, siguen manteniendo la máxima de que el capital sigue reinando y  estableciendo  la  base  de nuestras  relaciones  sociales,  dicho  de  otro  modo,  nuestra cotidianidad sigue el ritmo de la mercancía.

Para  Durkheim  la  nueva  sociedad  se  caracteriza  por  los  individuos  diferenciados.  La  preocupación fundamental de este autor era la posible desintegración o pulverización social  y la aparición de individuos desvinculados entre sí.

El autor postula que la integración social ocurre por la diferenciación, es decir,  la  sociedad es el resultado de la unión orgánica de los  seres  humanos,  que nos  obliga  a  la  especialización  y  desde  esa  diferencia nos vinculamos  estrechando  nuestros  lazos  sociales.

La  sociedad moderna  estaría  integrada por la diferencia: “todos han de ser individuos, pues el conjunto vive ahora de, y gracias a,  esa diferenciación” Weber suma un nuevo elemento, “humano no es el que trabaja en grupo (Marx), ni el que se orienta grupalmente (Durkheim), sino aquel que otorga sentido o significado subjetivo a lo que hace o deja de hacer”.

 La  sociedad  o  lo  propiamente  social  va  a estar  en  la  comprensión recíproca de los sujetos en su actuar, algo así como un entendimiento en la  acción.  Lo  interesante  en  Weber  es  la  comprensión  de  la  acción  en  las  sociedades  modernas, “el cambio en desarrollo es el paso de un modo tradicional de actuar a un modo racionalizado”.

 Estos  tres  pensadores  de  la  segunda  mitad  del  siglo  XIX  y comienzos  del  siglo  XX  son  referencia  obligada  para  la  comprensión  de  la  sociedad  actual.  Sus  consideraciones instalan  a  la  sociedad  como  un  objeto  de  estudio  dinámico  y  complejo,  siempre  en movimiento para agenciar cambios o mantener estructuras de poder.

 Una sociedad diversa y compleja implica una concepción de la política y el poder también compleja y que debe dar cuenta de esa diversidad social. La política tuvo que buscar nuevas formas de legitimación. En las sociedades pre modernas las fuentes de validación del poder político estaban de la mano de lógicas tradicionales de poder y cruzadas fuertemente por el rol de la Iglesia.

 Por ejemplo, en las fuentes de legitimidad del poder que ha identificado Weber encontramos “El poder legal, propio de los estados burocráticos, con leyes que mandan, permiten o prohíben, donde tales mandatos estarían por encima de los individuos que  los  ejercen;  el  poder  tradicional,  basado  en  caracteres  sacros  o  en  una  autoridad heredada y/o patriarcal que por principio no se cuestiona; y el poder carismático, basado en la sumisión casi afectiva a la persona de un jefe, “conductor de hombres”, que descansa precisamente en su carisma excepcional”

Las nuevas repúblicas, hijas de la ilustración, la revolución francesa y la norteamericana, debían  fundarse  en  el  imperio  de  la  ley y  el  constitucionalismo.  Los  partidos  políticos tendrían  que  disputar  los  gobiernos  y  los  cargos  de  elección  popular  en  el  escenario  de competencia   electoral   que   daba   forma   cada   vez   más   definida   a   la   democracia  representativa.  Tal  como  expresaba  Weber  los  actores  políticos  actuarían  a  través  de  la racionalización y empujarían posicionar sus intereses en el Estado. La política concebida como la disputa entre diferentes grupos políticos por la construcción de un orden, implicaba la  disputa  por  el  poder  que  se  entiende  como  la  capacidad  que  tiene  un  grupo  o  sector político de conducir una sociedad y que sus términos sean reconocidos como los de todos.

 En función de esto Gramsci señaló que el poder se podía ejercer al menos de dos formas, por la vía coercitiva y por el convencimiento. En las sociedades actuales se ocupan los dos mecanismos, la elite dirigente utiliza las herramientas que tiene el Estado de Derecho para la mantención del orden público y el imperio de la ley, y también para la persuasión por la vía de estrategias culturales y educacionales.

 Respecto del estudio del poder los aportes de Michel Foucault, han refrescado la mirada puramente  estructural,  unidimensional  y  concentrada  en  los  atributos  de  los  gobiernos centrales.  Sabemos, que  el  poder  funciona  en  red,  atravesando  todos  los  rincones  de  la sociedad  y  a  diferentes niveles.  Hay  poder  en  la  familia,  en  la  oficina,  en  el  taller,  en  las calles, en los colegios, porque el poder funciona como una red capilar, ingresa a todos los intersticios de la sociedad. “El maquinista del ferrocarril de Auschwitz obedecía al monstruo porque su mujer y sus hijos tenían el poder de exigir del padre de familia que les trajera un salario a casa. Lo que hace que alguien se mueva o lo que lo bloquea a una sociedad son los  innumerables  pequeños  poderes  en  igual  medida  que  la  acción  única del  poder central”.

 La  noción  del  poder  como  un  tejido  social  complejo,  como  una  red de  micropoderes  operando  simultánea  y  transversalmente  es  un  insumo  interesante  para  comprender  el poder  de  la  sociedad  expresado  en  la  calle,  en  las  movilizaciones,  tomando  el  espacio público y moviendo el orden de las cosas.   

lunes, 15 de marzo de 2021


Segunda parte: De la naturaleza humana

Tal vez uno de los más importantes tratados acerca de la naturaleza humana fue el Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, escrito por Thomas Hobbes en 1651, en el que el autor afirma que la condición humana es salvaje y vengativa de manera intrínseca:

Las leyes de naturaleza (tales como las de justicia, equidad, modestia, piedad y, en suma, la de haz a otros lo que quieras que otros hagan para ti) son, por sí mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes. (Hobbes; 1651)

Este Estado deviene un conflicto constante, en el que los hombres luchan los unos con los otros:

Los hombres están en continua pugna de honores y dignidad […] y a ello se debe que entre los hombres surjan por esta razón, la envidia y el odio, y finalmente la guerra (Hobbes; 1651)

Para Hobbes, esta situación sólo puede ser mediada por un tercero, que sea, para el autor, mejor y más grande que los meros hombres, es decir, la suma de ellos: el Estado, que para el autor será representado como el Leviatán, un “monstruo” que une y unifica las subjetividades. A éste Estado los hombres le entregarán la potestad para mediar entre ellos, estableciendo normas y reglas para la vida en sociedad.

El único camino para erigir semejante poder común, capaz de defenderlos contra la invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurándoles de tal suerte que por su propia actividad y por los frutos de la tierra puedan nutrirse a sí mismos y vivir satisfechos, es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus voluntades a una voluntad. (Hobbes; 1651)

El hombre, por tanto, tiene la necesidad imperiosa de asociarse entre ellos, por el temor que representará esta figura, suma de las individualidades, es decir, al Estado.

Si bien dentro de un estado ideal, considerando que las idea del conflicto no nace de las relaciones dadas en el Estado, sino de la naturaleza intrínseca del hombre, la idea de conflicto se resuelve por medio de la renuncia a la voluntad individual, para ser mediado por una forma de gobierno absoluta.
           
Siglos más tarde, la noción del conflicto en la sociedad será retomada desde otra perspectiva, ya no desde la naturaleza “pasional” de los hombres, sino desde la relación de los individuos con el Estado. Para Karl Marx, el conflicto se estructura desde la lucha de clases, teniendo relación directa a lo que Hobbes había planteado, la unión de los hombres en un Estado que rija por sobre ellos, pero que establece necesariamente la relación lineal de los dominados por debajo de los dominantes.

Para Marx, “Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de la lucha de clases” que tendrá como punto de partida la relación del trabajo y las formas de apropiación.

Marx analizará entonces las realidades sociales históricas, entendiendo que la diferenciación del trabajo se da de manera progresiva en la sociedad. El autor Benjamín Tejerina (1991: p.48). establece una tipología de la sociedad según Marx, separando en tres momentos.

En un primer momento, indica Tejerina, Marx separa los procesos sociales que caracterizan a la clase burguesa, separando en dos dimensiones: las relaciones que el hombre establece con la naturaleza, su entorno y entre ellos; y las relaciones de producción que se establecen en toda sociedad, y la forma de estructurarlas. Un segundo momento considera la dominación (clasista) como forma de articulación de una sociedad (burguesa), en torno a un modelo dicotómico, arquetípico y funcional: la burguesía como clase dominante y el proletariado como clase dominada. Un tercer momento está delimitado por la consideración de los elementos centrales del conflicto y la cristalización de una clases social, planteando una doble necesidad: la existencia de grupos contrapuestos y su objetivación social en grupos organizados, la consciencia de clase (Tejerina; 1991: p.48).

En base a la producción, las sociedades van articulando y generando el conflicto, en la relación que establecen con la naturaleza y los medios de producción, estableciendo relaciones sociales:

En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es como se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la producción” (Giddens, 1977)

Es sobre ésta estructura de dominación clasista que Marx estructura su teorización acerca de la dominación de clases, entendiendo que la clase social en Marx está delimitada por la relación de los individuos con la propiedad de los medios de producción, que se articula de manera jerárquica: una clase dominante, con la propiedad de los medios de producción, y la clase dominada, que no la tiene.

Aún así, esta separación con los medios de producción es sólo una primera instancia, ya que en Marx esta relación dicotómica no es suficiente para mantener y perpetuar un orden de desigualdad (Tejerina; 1991: p. 49), sino que son las ideas, las condiciones políticas, jurídicas y sociales sobre las que los individuos establecen sus percepciones las que permiten la continuación de la desigualdad:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente (Marx y Engels, 1974, p. 50)

En el campo de las ideas, Marx establece una directa relación entre la ideología de una sociedad y la representación con que ésta se manifiesta en su comportamiento material (Tejerina; 1991: p. 49), que es donde toma mayor importancia la relación dialéctica de la lucha de clases:

La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí, como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real (Ibíd., 1974).

En éste sentido, la materialización de las ideas de la clase dominante determinan y estructuran el entorno social para la clase dominada, llevando la lucha de clase a un plano ideológico - político, en el que imponer sus ideas por sobre la otra clase se vuelve determinante:

De donde se desprende que todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases […] Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada (Ibíd., 1974).

La pugna, por tanto, no se determina por el mero eje económico de la propiedad de los medios de producción, sino más bien, por sobre las ideas que permiten el mantenimiento y continuación de ese sistema, es decir, el eje político en el que se afirma la dominación.

Las clases deben, en tanto estructuración de los términos para el conflicto, configurarse en torno a intereses, y serán éstos los que contribuyan a la configuración de grupos organizados, teniendo la finalidad de eliminar la competencia entre los obreros y permitiendo la lucha en contra del capitalista (Tejerina; 1991: p. 52)

Son éstos intereses los que permiten la conformación de una consciencia de clase, que genera a la par un sentido de pertenencia, en el que se estructurará la clase como tal, con un sentido de pertenencia colectivamente organizado (en tanto representación), con una determinada forma política, como expresión de sus intereses colectivos.

Entendiendo que para Marx la noción del conflicto social es constituyente de las sociedades, y se vuelve inseparable de la vida en sociedad, podemos considerar a otro autor que considera al conflicto como un ente diametralmente opuesto: es el caso de Talcott Parsons.

Para Parsons, el conflicto inherente en la sociedad afecta al sistema en su funcionalidad, que genera problemas de segregación sistémica, afectando los roles y el status de los individuos (Stropparo; 2006: p. 153)

Parsons tomará las ideas de Hobbes como primer eje del conflicto, en tanto la naturaleza humana como generadora de conflicto, estableciendo la relación existente entre los hombres para la consecución de sus deseos:

En el pensamiento de Hobbes, la razón de este peligro de conflicto está en el papel jugado por el poder. Puesto que todos los hombres buscan realizar sus deseos, deben necesariamente buscar el control de los medios para esta realización (...). La consecuencia es que, de los medios que un hombre controla para sus fines, otro se ve necesariamente privado. En consecuencia, el poder, como fin próximo, es intrínsecamente una fuente de división entre los hombres” (Parsons, 1968: p.136).

En éste esquema, se genera la posibilidad latente de la guerra, considerando que los medios para imponer las ideas de uno por sobre las del otro guardan relación con la naturaleza humana, es decir, usando “los medios más eficaces disponibles. Estos medios resultan ser, en último término, la fuerza y el fraude” (Parsons, 1968: p. 137).

Siendo así, la cuestión del orden en Parsons se vuelve relevante, al buscar una forma de integrar las motivaciones de todos los sectores y sus normativas sociales:

 El problema del orden y, por ello el de los sistemas estables de la interacción social (o lo que es igual, de la estructura social), se centra en la integración de la motivación de los actores con los criterios normativos culturales que integran el sistema de acción, en nuestro contexto interpersonalmente” (Parsons, 1980: p. 44).

En este sentido, se dará una importancia relevante a la orientación valorativa en la acción, considerando que las relaciones sociales en el conjunto de la sociedad están vinculadas con las de otros, y en esa dependencia toma relevancia en un sistema de alternativas (Stropparo; 2006: p. 153). En palabras de Parsons:

La estabilidad de la interacción depende, a su vez, de la condición de que los actos de valoración particulares por ambas partes deben estar orientados por criterios comunes, puesto que sólo sobre las bases de estos criterios es posible el <> en los contextos motivacional y de la comunicación (...). La condición básica para que pueda estabilizarse un sistema de interacción es que los intereses de los actores tiendan a la conformidad con un sistema compartido de criterios de orientación de valor” (Parsons 1980: pp. 44-45).

Este eje valorativo de la acción tiene, en el hombre, un carácter moral, considerando que cada una de las acciones vincula a los individuos por medio de obligaciones, que hay que cumplir:

Los criterios de valor que definen las expectativas de rol institucionalizadas asumen, en un grado mayor o menor, una significación moral. La conformidad con ellos, en este sentido, se convierte hasta cierto punto, en una cuestión de cumplimiento de las obligaciones que el ego comporta, en relación con los intereses del sistema de acción más amplio en el que se encuentra implicado, es decir, el sistema social” (Parsons, 1980: p. 48).

Considerando eje moral y valorativo, Parsons postulará que la estabilidad de un sistema social determinado depende de la internalización, por parte de los actores, de los valores institucionalizados:

Sólo en virtud de la internalización de valores institucionalizados tiene lugar una auténtica integración motivacional de la conducta en el sistema social; sólo así los <> estratos de la motivación quedan pertrechados para el cumplimiento de las expectativas de rol. […] Sólo cuando esto ha tenido lugar en alto grado es posible decir que un sistema se encuentra altamente integrado y que los intereses de la colectividad y los intereses privados de sus miembros constituyentes se aproximan a la coincidencia” (1980: p. 49).

Podemos decir entonces, que Parsons está articulando una teoría del consenso o de la integración social, en que la sociedad en su conjunto es un sistema constante, estable y integrado, en que  cada elemento en la sociedad aporta a su funcionamiento, y son los valores, comunes a todos, los que mantienen este consenso (Duek; 2010: p. 3).

Con todo, el gran problema en Parsons será el explicar que los hombres son libres en la elección de los fines que persiguen, tanto los fines que elijan como los medios que consideren para alcanzarlos, pero que esa elección se hace, necesariamente, en torno a valores moralmente establecidos, lo que previene el caos social, o la “guerra de todos contra todos” de la que hablaba Hobbes. La cuestión del orden social, entonces, estará asentada en una congruencia entre los valores individuales y la moral social (Stropparo; 2006: p. 146).

martes, 2 de marzo de 2021

Estado de excepción y su malestar; apronte desde la Sociología.


En el derecho administrativo, tiene la  “teoría de las circunstancias excepcionales” según la cual, en un período de crisis, el gobierno dispone de poderes excepcionales para de garantizar la “continuidad de los servicios públicos”.

El Derecho Constitucional –bajo diversas etiquetas: “estado de urgencia”, “estado de emergencia”, “estado de sitio”, 

Ha sido llamado por lo ánimos algo inquietos como “dictadura constitucional” y “gobierno constitucional de crisis”

Pero podemos entender que la excepción se entiende como un conjunto de prerrogativas, explícito o implícito, de que se vale el Poder Ejecutivo para hacer frente a situaciones anómalas tales como una grave inestabilidad institucional o desastres de grandes proporciones. 

Un ecuación a la formula de excepción sería que el soberano sería el único capaz de tomar la última decisión, lo que significa la suspensión total o parcial del orden existente.

De la ecuación anterior no lleva a introducirnos a que violencia en política es fundamentalmente poder, como dice H. Arendt, “la violencia no es otra cosa que la más flagrante manifestación de poder.” Se ha establecido como un dogma que el monopolio de la violencia por parte del estado es legitimo y que no se puede actuar contra.

Para Herbet Marcuse que existe una represión necesaria y una represión sobrante. La primera sería la lógica para establecer unas normas de convivencia entre la ciudadanía y la segunda cuando el estado ejerce represión contra esa ciudadanía, lo que seria un estado policial.

Walter Benjamin establecía una diferencia entre lo que llamaba “violencia mítica”, fundadora y conservadora del derecho, frente a la violencia divina o revolucionaria, en conflicto permanente con la otra.

Gracias al avance de los derechos de los ciudadanos se han desarrollado habitualmente en una dialéctica poder-contrapoder y a menudo sobre un escenario donde se ha producido violencia.

A contrario sensus el autoritas, la violencia autorizada, deriva a menudo en autoritarismo. Ergo ese autoritarismo utilizará sus poderosos medios, (policía, ejército, judicatura) contra cualquier movimiento que lo amenace o pretenda algún tipo de cambio del estatus quo dominante.

Por lo tanto el triangulo de la violencia: 

1. Violencia directa, lo que vemos desde el estallido social llegando a los estados de excepción, actuaciones policiales por un lado y su respuesta por parte de los manifestantes, con sus secuelas, heridos y detenidos. 

2. Violencia estructural, es una violencia invisible que no se reconoce como tal y sin embargo es la violencia primigenia: verbigracia el no cubrir las necesidades básicas, desigualdades, injusticias, abuso de poder, limitación de libertades.

3. Violencia cultural, impone el relato, la que en términos de Gramsci, determina la hegemonía social, la que da carta de veracidad y razón al monopolio de la violencia del poder y condena al contrapoder.

Finalmente “detrás de” una explicación sobre acciones colectivas violentas, puede existir una problemática de institucionalización del uso del poder y su magnitud.




lunes, 1 de marzo de 2021

La Cuestión Social en tiempos de Covid - 19

La pandemia, provocada por el  COVID-19 nos trae a la memoria términos sociológicos que a veces duermen en la teoría como es que una sociedad cohesionada requiere de la división social del trabajo para el ejercicio efectivo de la solidaridad colectiva (Durkheim). Estas relaciones de interdependencias, en la que unos y otros nos ligamos por vínculos de dependencia mutua, fue posible gracias a alguna cualidad o característica positiva en alto grado, la movilización de energías sociales sin la cual la estrategia del confinamiento hubiese sido inviable.( Cánovas) 


Tomando a Castel la  "desafiliación social" radica en que el concepto de exclusión parecería reflejar, para Castel, una inmovilidad y designar en cierta medida un estado o diversos estados de privación, y con ello soslayarse los procesos que generan esos estados de privación. Ergo la  desafiliación social no es una variable cualquiera. La desafiliación daña el cuerpo social, hace un corto circuito en la división social de trabajo, llevando a la precarización de la solidaridad colectiva. 

El  virus ha encontrado su mejor modo de circulación entre los pliegues de la precariedad vital y laboral: “la cuestión social es una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. (Cánovas)

Hoy tenemos un desafío que pone de nuevo en  la palestra de los análisis sociológicos  cual es la capacidad de una sociedad  para existir como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia” (en Las Metamorfosis de la Cuestión Social, 1997, p. 20, ed. Paidós).

En síntesis esta crisis social sanitaria nos interpela buscar explicaciones y acciones de como tomar una actitud de oposición ante un problema, si bien es una situación difícil y con la obligación de sin poder eludirnos, debemos asumir el esfuerzo que suponen y luchando y actuando de acuerdo con sus exigencias  las fracturas que desgarran el cuerpo social y que no son otras que las derivadas de la desafiliación. 

Esperamos que la "Cuestión Social"  sea el equilibrio de sus fracturas siempre ha sido a través de conquistas en el terreno de los derechos sociales y laborales.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Prevención del delito con desarrollo y participación social.


Una visión más amplia, a la base de la estructura del agravamiento del conflicto social y el delito se encuentran como lo hemos demostrado en varias ocasiones, en la imposición de un modelo que reduce las obligaciones del Estado ante la sociedad, incrementa la desigualdad entre los seres humanos y eleva el nivel de vida frente a la pérdida de la capacidad adquisitiva mínima del ciudadano. 

Se ha comprobado que las tasas de criminalidad son más elevadas en las sociedades donde la riqueza es repartida de forma desigual y donde existen sentimientos de privación y frustración (Irwin Waller. Prevención del delito: La nueva esperanza de las políticas de urbanismo. 1997) 



Entre las causas de este fenómeno estan; el crecimiento demográfico, la falta de planificación y ordenamiento en la creación de asentamientos humanos, la pérdida de la autonomía alimentaria frente a la cultura del consumismo brutal, y la inequidad de la justicia.Lo que lleva a una elevada necesidad de seguridad y demanda de justicia equitativa,


La necesidad social actual se perfila en dirección de solucionar los conflictos por la vía del entendimiento y la justicia, en función de prevenir la comisión de delitos. Para ello es necesario rediseñar las politicas públicas se seguridad y en función de estos objetivos, dándole el carácter de “servicio público”, lo que la obliga a proteger los derechos humanos y civiles de los ciudadanos. 

Las desigualdades sociales, la pobreza extrema y la marginación, constituyen el escenario dónde entran en juego la mayoría de los dramas familiares, de la escuela y la vecindad. Un joven que ha sido abandonado por su familia, sin entrega de valores y principios sociales, sumado a posibles problemas escolares, puede caer en hechos delictuales.

Es por esto que la prevención del delito debe reunir a los funcionarios públicos encargados de los servicios fundamentales (trabajo, vivienda y urbanismo, salud, educación, agua, energía, etc.), a la policía y a la justicia para poder enfrentar situaciones que conducen a la delincuencia. Los municipios y las comunidades también ocupan una posición estratégica para influir sobre las causas de la criminalidad, con el apoyo financiero y técnico de otras instancias gubernamentales. Los funcionarios en todos los niveles deben estar comprometidos con las políticas y programas contra la delincuencia urbana.

Ergo, las municipalidades con el soporte decidido del Gobierno pasan a ser un engranaje fundamental, pueden demostrar sus capacidades intrínsecas, pues las autoridades municipales deben estar más cerca del ciudadano y pueden comprender mejor las necesidades locales, para adaptar los programas nacionales o regionales, con personas idóneas y competentes, obteniendo el apoyo de la ciudadanía.


Sin este compromiso verdadero, generando confianza y participación de la comunidad, la calidad de vida de nuestros ciudadanos puede ganarse la lucha a la delincuencia.

miércoles, 9 de julio de 2014

Conceptualización de Educación




La educación sin duda es un pilar fundamental para el desarrollo nacional. Cumpliendo esta un rol significativo en la proyección de la sociedad. Dado que la educación es el proceso de formación para la vida social, como proceso de socialización de los individuos, mediante la cual se transmiten conocimientos, valores y costumbres. Por esto es que se dio a conocer el concepto de educación de acuerdo a Durkheim 1976, Freire1971, Bourdieu, 1964, Juan Eduardo Gracia Huidobro 1989 y una visión de la UNESCO 1974. Constándose en estos autores y este organismo no gubernamental, que no existe consenso en la conceptualización de este tema. Puesto que involucra distintas características. Determinadas por factores sociales, históricos y políticos.
Se comenzará definiendo la educación de acuerdo a  Durkheim (1976). Quien dice que la educación homogeniza a la sociedad. Se refiere a la educación tomándola como una “cosa”, no como un ideal o como lo que debería ser sino como lo que es. Un hecho social, un conjunto de prácticas sociales y de instituciones sociales. Mencionando que el hombre no es resultado de un proceso de extracción sino de producción del mismo. Es decir es la sociedad quien lo produce por medio de la educación, siendo esta la que debe crear al hombre, como menciona Durkheim “humanizar al hombre”. De esta manera el sistema educativo es un instrumento de dominación de las almas. Siendo la escuela una institución de poder que impone la legitimidad de la forma de vida y cultura determinante de los individuos. Teniendo como función el desarrollo de capacidades y habilidades que necesita la sociedad y no como el desarrollo de las habilidades de cada individuo. Trayendo consigo una socialización diferenciada entre los individuos. Por la división del trabajo que lleva a la desigualdad de los individuos.

En el libro “Educación y sociología”. Durkheim  define la educación como sinónimo de humanización. El hombre no nace, se hace, es producto de una sociedad en un espacio y en un tiempo determinado. Es decir, la educación es la acción ejercida por generaciones adultas, sobre aquellos que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesaria para la vida social. Tiene como objeto suscitar y desarrollar en el niño, un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él, tanto la sociedad política en conjunto, como el medio ambiente específico, al que especialmente está sometido"  (Durkheim, 1990.pag, 70).

Como se decía anteriormente, es la sociedad quien construye al hombre. Por lo tanto podemos decir que los hombres, bajo ciertas condiciones se hacen a sí mismos. Construyendo sus diversas naturalezas independiente de la voluntad de los individuos. La educación no es más que el medio a través del cual la sociedad prepara en el espíritu de los niños las condiciones esenciales de su propia existencia, siendo uno de los principales objetivos de toda enseñanza dar a los niños una idea de lo que es el hombre. Por lo tanto, la educación es una función social solidaria con otras funciones que debe preparar al niño para ocupar su puesto en la sociedad, para desempeñar un papel útil en la vida. Modelando constantemente la mente de los individuos que la componen y su función consiste en la inculcación de una determinada visión de la realidad. Aludiendo la noción de conciencia colectiva, en que la sociedad está formada por individuos, que se mantienen unidos porque tienen valores, reglas en común que son  transmitidos por la escuela.

Es decir, la educación no es simple comunicación interindividual. Sino imposición, coerción, dominación intelectual, moral y física. Las relaciones educativas son siempre relaciones de autoridad y de poder, en medida de dominación. Por lo tanto, el proceso educativo, consiste en la producción de un complejo de hábitos mentales, mediante una socialización metódica diferencial. En donde se desprende  que dentro de los sujetos  existen dos seres distintos pero que a la vez son inseparables, por un lado el ser individual sería uno de ellos y estaría compuesto por nuestros estados mentales, nosotros mismos y por otra parte encontraríamos al otro ser. Compuesto por un sistema de ideas, sentimientos y costumbres que implica en nosotros no nuestra personalidad, sino el grupo o los grupos a los que formamos parte. Estos serian nuestras creencias religiosa, opiniones, a este ser, al que llamaríamos ser social y la creación de este ser es lo que la educación tiene como fin. Durkheim (1990).


martes, 27 de mayo de 2014

Adolescencia y Juventud: Concepto o definición de Adolescencia y Juventud


Los conceptos de adolescencia y juventud corresponden a una construcción social, histórica, cultural y relacional, que a través de las diferentes épocas y procesos históricos y sociales han ido adquiriendo denotaciones y delimitaciones diferentes, tales como:
 Para Marques (1998), todos somos muy jóvenes para algunas cosas y al mismo tiempo demasiado viejos para otras. Es decir, no se trata de negar la realidad que conforman los jóvenes, ni tampoco la etapa que constituye del individuo, intermedia entre la niñez y la edad adulta, debido que  en el diario vivir nos encontramos con jóvenes  en todo momento y  lugar.
Es así como la adolescencia ha sido vivida de diferentes maneras, según la clase social y la condición de género. La adolescencia no puede definirse estrictamente según la edad pero hace referencia a un proceso durante el cual el sujeto va conformando la identidad personal y social, adquiriendo autonomía y desarrollando los roles sexuales, laborales y sociales.

Para las ciencias sociales, no hay un  modo único de ser adolescente sino más bien identidades diversas que se detiene a partir de relaciones sociales con los adultos y con otros grupos de adolescentes en contextos concretos, que deben ser también descritos y analizados pues en su seno adquieren sentido las prácticas de los jóvenes, incluidas las prácticas sexuales.

Esta idea se expresa en el concepto de adolescencia, el cual comenzó a tomar forma hace no s de dos siglos y está estrechamente vinculado con la emergencia de la noción moderna de “individuo”.

En los últimos dos siglos, la concepción cultural de la juventud pasó de una en que la caracterización psicológica no jugaba un papel importante en la definición, pues el crecimiento y desarrollo físico eran los elementos centrales para su integración activa en el mundo económico (Foucault, 1996). A otra en que se define al joven como “adolescente” sujeto vulnerable que requiere una prolongada supervisión adulta (Fábrega y Miller, 1998:884).
En el siglo XVIII la adolescencia fue un fenómeno que se restringió a unos cuantos jóvenes varones de clases urbanas acomodadas, y se generalizó con la extensión y gradación de la escolaridad en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX (Aries, 1962).
Para esto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), define como adolescencia "a la etapa de la vida en la cual el individuo adquiere la capacidad reproductiva, transita los patrones psicológicos de la niñez a la adultez y consolida la independencia económica"; considera que se inicia a los 10 años y culmina a los 19 años de edad aproximadamente .

En tanto la juventud debido a su uso generalizado ha adquirido diferentes significados. Dependiendo de la cultura donde se adscriba sirve para designar  estados de ánimo, como para calificar lo novedoso y lo actual, por esto Jethro Tull dice que se es “muy viejo para rocanrrolear, muy joven para morir”. La juventud no es un don que se pierde con el tiempo, sino una condición social con cualidades específicas que se manifiestan de diferente manera, según las características históricas sociales de cada individuo.

La edad es otro criterio que causa confusión. Muchos pretenden definir la juventud por rangos de edad. Pero se deben agregar a ellas otras  variables como: la clase social, el género, la región y desde luego, el momento histórico. Ya que la juventud no tiene la misma duración en el campo que en la ciudad, en las clases altas que en los sectores marginados, en las sociedades modernas que en las tradicionales. Debido que la juventud es un producto social. El cual debemos diferenciar de su condicionante biológico, por lo tanto la juventud se encuentra delimitada por dos procesos, uno biológico y otro social. El biológico sirve para establecer su diferenciación con el niño y el social su diferenciación con el adulto.

La diferenciación del joven con el niño se da en el plano biológico ya que a partir de la maduración el joven se encuentra en condiciones fisiológicas óptimas para la procreación y la diferenciación con el adulto se da en el plano de lo social. En la medida en que el joven se encuentra en su proceso de inserción en la sociedad y aunque este apto para reproducir, todavía no se incorpora plenamente en los procesos de reproducción de la sociedad.

Asimismo la juventud, resulta ser un proceso de inculcación que transforma al ser humano maduro fisiológicamente en el agente social competente. Implica además someter al joven a un proceso de adquisición de habilidades suficientes para incorporarse a la sociedad como un ente productivo. Es decir un sujeto que adquiere normas que permiten la cohesión social. De esta forma Bourdieu se refiere al establecer que “la juventud y la vejez no están  dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos”. Y además por el lugar que este ocupa dentro de la estructura generacional de la sociedad y la condición juvenil resulta ser un status sometido a la subordinación. (Bourdieu, 1990, pág. 164).

Para  Bourdieu, la juventud “no sería más que una palabra”. Es decir, una creación social para definir un período etario que debiera cumplir, en nuestra época, con ciertas expectativas. Pero que no siempre ha sido tratado como un actor social tematizable.

Es decir, es en la juventud cuando más posibilidades hay de romper la cadena de la reproducción social. Ya que la juventud es el eslabón más débil en la cadena. Es en esta etapa cuando las posibilidades de aparición de conflicto entre las generaciones persistentes dependerán de las condiciones reales de traspasas la experiencia de los adultos. Por lo tanto, mientras el sistema social sea más reaccionario, cerrado y tradicional, generará más contradicción para la participación juvenil.

Adquiriendo más relevancia social en el momento en que su conducta difiere de manera masiva y singular del resto de la sociedad. Pero a medida que la sociedad se desarrolla, esta imagen se diferencia cada vez más de la sociedad y se está diversificando. Es decir que está abarcando a un mayor número de jóvenes distribuidos en todos los sectores de la sociedad.

Puesto que, antiguamente la imagen de juventud se restringía a los estudiantes, a las zona urbanas, clase media y además a los varones. Ahora es más frecuente encontrar comportamientos diferenciados de los jóvenes en distintos grupos sociales. Como por los procesos de globalización y la expansión de los medios de difusión ha extendido la imagen de juventud a casi todos los sectores sociales. Ahora la imagen de esa juventud ha pasado a ser considerada como la esperanza del futuro para las próximas generaciones que vendrán. Pero a la vez esto también pasa a ser considerada como un producto de la crisis y de la emergencia de sectores más marginados asociando su comportamiento con  la delincuencia.

La juventud aparece, en consecuencia, revelada como paradoja. Mientras por una parte se reconoce a los jóvenes como portadores de la esperanza (futuro) por otra se les identifica como problema (presente) (Touraine, 1996). No obstante, ambos modelos, construidos desde la adultez, tienden a situar a los jóvenes en la lógica del disciplinamiento. La dicotomía entre lo esperado y lo penalizado, en el marco de las lógicas de reproducción social que el sistema hegemónico le plantea a los sujetos.