lunes, 23 de mayo de 2011

Marxismo y Literatura, de Raymond Williams


Si bien Raymond Williams es un autor más bien conocido por su trabajo académico que literario, es inevitable que sus lectores no dejen de sentir cierta calidez y humanidad en los escritos de este intelectual galés.

La respuesta no debe ser muy difícil de encontrar: el desarrollo teórico de Williams se circunscribe a los fines prácticos (políticos) de la realidad; es decir, a los posibles cambios, compromisos, que surgen -y surgirán- a partir del proyecto de su obra.


César Vallejo nos decía algo que bien podríamos utilizar para llegar al corazón del autor: el trotskismo, verdaderamente, era el costado más rojo de la bandera; pues tanto Lenin como Trotsky no fueron simples receptores pasivos de la teoría dialéctica materialista.

Lo importante, como dirá Thompson más tarde, no será estar de acuerdo o desacuerdo con las ideas de Marx: sino, precisamente, que nuestras propias ideas encuentren un lugar en la doctrina.

Esto puede comprobarse a lo largo de Marxismo y Literatura, en donde el mismo Williams irá retomando conceptos contradictorios o disímiles del mismo Marx, enalteciendo el carácter hermenéutico (podríamos recordar el anticipo fenomenológico de Michel Henry en su lectura del marxismo) de sus trabajos.

Esta lectura, que irá tramando nuevos e indeterminados recorridos, será necesaria para ingresar en una época histórica en la que surgen nuevas formas de comunicación, y por lo tanto de cultura.

La teoría de Williams es una teoría cultural, no una teoría económica. Heredera, podríamos decir, de los primeros desplazamientos realizados por Bajtín o William Morris.

En Marxismo y Literatura, la cultura será entendida como un proceso social total, en el que la ideología de una clase no sólo se proyecta sobre la misma, sino que sobre-determina (con relativa autonomía) al conjunto de todas las estructuras sociales.

A diferencia de lo esbozado por Arnold o Leavis, quienes proponían regresar a cierto consumo elitista de los bienes culturales (análogo, pese a fundamentos y formaciones distintas, al modelo desarrollado por Horkheimer y Adorno); en Williams la ampliación del término enaltece el componente dinámico del proceso. La cultura deja de ser algo acabado, fijado, o establecido de manera sistemática. Es un momento que sucede como lo vivido, de oposición entre los distintos valores y experiencias de clase.

El rasgo de valentía de Raymond Williams fue el de levantar el velo y decir: existen otras verdades que aquellas que se manifiestan como las únicas y legítimas. Existe una oposición a las mismas, una experiencia que narra la historia desde otros lugares.

Lo importante es leer aquí no sólo la resistencia de dicha clase, sino como estos mismos elementos también se irán incorporando dentro de la cultura de élite. El arte, por tanto, concentrará algo más en su cielo que vientos frescos y tonificantes. De la misma manera que la “publicidad representativa”, como señala Habermas, pierde su autonomía con el advenimiento de la burguesía; la democratización del arte no sólo instaura un nuevo poder, sino que un su estela engendra una nueva e inevitable sombra.

En Marxismo y Literatura el lector se encontrará con tres secciones. Primero Williams reformulará conceptos básicos: Cultura, Lenguaje, Literatura, Ideología. Luego se enfrentará con los aportes más originales, y que más se han instituido, de su Teoría Cultural: su aporte en la discusión de Base y Superestructura; lo Dominante, residual y emergente; Estructuras de sentimiento. Por último, y finalmente, la responsabilidad que antecede en el título: el desarrollo de una Teoría Literaria.

No podremos olvidar aquí, y de allí la insistencia de volver a él, la primacía de su aporte. Basta decir que su aporte es fundamental en la Escuela Marxista de crítica literaria, tanto como lo es el aporte de Barthes al Estructuralismo, o el aporte de Bloom al Pragmatismo.

Hoy día esta escuela sigue vigente, y se presenta como una senda inevitable a recorrer en los estudios literarios. Terry Eagleton, uno de los representantes más próximos de su doctrina, dirá sobre el autor:

“Típicamente idiosincrático en su forma es tan parejamente desafiante como original en su contenido. Williams fue un crítico próximo al marxismo y a la vez sólidamente independiente que hizo su propia y singular travesía intelectual. Es esta combinación de simpatía política con una perspectiva fuertemente distanciada lo que le permitió este profundo y sentido estudio mediante el cual al mismo tiempo que comenta su tema, de hecho, lo reinventa”.


Chile sin política energética

Hoy nos enteramos con sorpresa que nuestro BiMinistro de Energía y Minería, Laurence Golborne, que supuestamente iba a conocer y explorar las ventajas de la energía nuclear en Francia, en buen chileno se mandó las partes y firmó un acuerdo de cooperación. Así, sin avisarle a nadie.

Hay dos alternativas para explicarlo. La primera es que esto haya estado planificado de antemano, y en secreto. Si bien se había hecho público su viaje y las intenciones del gobierno de explorar esta nociva fuente de energía, no había noticias ni en los medios que más influyen en el mercado -es decir, aquellos que cubren la economía- sobre un acuerdo.

La segunda alternativa es que el acuerdo haya sido firmado sin planificación, aprovechando la coyuntura, sin que nadie lo haya visto, comprometiéndonos como nación en un tema que es de primera prioridad revisar de forma abierta.

La agenda energética es cada vez más oscura, y el escenario -honestamente- no ha mejorado todo lo que esperábamos desde la salida de Raineri. Las cosas como son: No basta con que el Gobierno declare- ¡por fin!- que necesitamos discutir nuestra política energética. No tiene caso quedarse en las intenciones mientras en paralelo se nos deja amarrados por décadas a una estructura que no permitirá cambios en la dirección del mundo realmente desarrollado.

Vamos enumerando las “coyunturas” para dar una panorámica. Las inversiones de Copec y Ultramar para abaratar sus costos operaciones sustituyendo su importación de Carbón desde el extranjero por material extraído desde Isla Riesco, de pasada cobrando un 1,26% de alza en sus acciones (del cual se beneficia el mismísimo Presidente de la República según los informes de Contraloría). La calificación ridícula de "molesta" de la central termoeléctrica Castilla, la más grande de toda América Latina en la zona de Punta Cachos en Atacama. Las declaraciones de autoridades estableciendo que mientras se cumpla la ley medio ambiental -que han declarado es insuficiente- bastan para dar su aprobación. Los 19 proyectos de generación de energía en base a carbón que hoy pueblan el sistema de evaluación de impacto ambiental, esperando aprobación o derechamente construcción. Los conflictos de Barrancones, Ventanas, Campiche, Los Robles, Chayavanita, Patache, Guacolda, entre tantas otras. La campaña de desinformación millonaria que ha desplegado Hidroaysén para convencernos que un proyecto de esas características es necesario y que no es tan malo como han opinado expertos y como ya sabe la mayoría de la población. Y hasta hace pocos días el "pololeo" del Gobierno con una de las principales empresas del rubro, Suez Energy, que ahora pinta preocupantemente para matrimonio.

La mayoría de la gente sabe que respirar emisiones resultantes de la combustión de carbón es malo para el clima del planeta, para el medio ambiente y para las personas. Sin embargo a veces se olvida que subirle un par de grados a la atmósfera significa muerte en otras latitudes, miseria en otras, y que eso está ocurriendo. Poca cobertura se le ha dado a los "refugiados climáticos", personas que deben abandonar sus formas tradicionales de vida en zonas altamente afectadas producto de sequías o cambios radicales en el flujo de aguas. Y poca gente sabe que hace pocos días atrás la experta sobre cambio climático de la ONU declaró que América Latina está elevando sus niveles de emisiones de forma preocupante, tal como otras naciones que hoy tienen mas conciencia y piensan que podrían haberlo evitado. Y con bastante libertad los entendidos hablan de las fuentes "baratas" de energía, olvidando sistemáticamente los costos que tienen en tratamientos contra el cáncer, las intoxicaciones, la degradación de territorios, el acopio de residuos y ceniza que infiltra napas, destruye la capacidad de cursos fluviales, extermina la vida submarina y finalmente deteriora cualquier posibilidad de desarrollo sustentable en dichas áreas. Las energías baratas lo son justamente porque contaminar es gratis y la ley ampara a quien transfiere costos a los que tienen menos para defenderse.

El caso de la energía nuclear no es diferente. Hay quienes consideran que es barata, porque es limpia. No sólo es riesgosa, no solo no es renovable, no sólo tranca la inversión en renovables... no tiene por dónde ser limpia; a la fecha la única alternativa es almacenar sus residuos por toda la eternidad y rezar por que nadie nunca más se acuerde de ellos. Hay quienes, por el contrario, señalan que es preferible al carbón porque los costos de éste último son mayores. Pero plantearse de ese modo es absurdo; elegir el veneno no cambia el resultado. Cazarnos con una fuente de energía que con suerte estará operativa recién en 15 años sin una discusión sobre mercado de la energía, sin políticas de ahorro ni de eficiencia energética, sin discutir sobre los costos ambientales que deben aplicarse a las fuentes sucias, sin invertir en renovables, sin enfrentar los problemas de fondo no sólo es ser miope, es ser mediocre. La energía nuclear no tiene por dónde ser una solución a nuestro escenario actual.

  • ¿Por qué se firman acuerdos a puerta cerrada para comprometer los recursos y la estabilidad de nuestro territorio y su gente?
  • ¿Por qué, a pesar de los numerosos estudios que establecen que Chile tiene gigantescos potenciales en energía no renovable, la inversión en estudios no pasa de pequeños proyectos?
  • ¿Por qué estamos pensando cazarnos con fuentes de energía que nos tendrán atorados durante décadas sin poder hacer cambios?
  • ¿Porqué cuando conviene se aplica la ley al pie de una letra que se sabe es insuficiente, si la promesa de campaña era traer desarrollo sustentable y no sólo crecimiento?
  • ¿Por qué los chilenos pagamos sobreprecios monstruosos en el precio de la energía, mismos que hacen peligrar la autonomía financiera de una familia que intenta salir de la pobreza?
  • ¿Quién se beneficia de estas decisiones, se lleva la parte de la torta y se la come sólo?

Yo ya me hastié. No me gusta vivir en un mundo donde hay que estar pagando un costo diario que sube y sube para seguir aquí. Los invito, en serio, a oponernos con fuerza y con convicción para cambiarlo. Si nos quieres ayudar, apóyanos.

(*) Matías Asún es Director Ejecutivo de Greenpeace Chile. Si te interesó esta entrada, te invitamos a escuchar el podcast con la entrevista que le hicimos en enero.