lunes, 4 de marzo de 2013

Teoría pura del conflicto social.




Considerando a los autores recién expuestos, son varios los teóricos que construyeron sus aportes en cuanto al conflicto como tal, ya sea tomando las teorías anteriores para darle nuevos aires o refutándolas.

En este contexto, el autor George Simmel desplazará la idea del conflicto, un centralidad para Marx, y lo considerará (al conflicto en la sociedad) como una forma más de socialización en los individuos, como una más de las interacciones posibles en la sociedad.

De esta forma, el conflicto puede presentarse en una doble dirección: en la estructura del grupo en el que se desencadena el proceso conflictivo, y frente a la estructuración interna de las partes en conflicto (Tejerina; 1991: p. 55).

Para el autor, el conflicto se presenta en dos momentos: en tanto mecanismo de socialización; y en tanto consideración del conflicto en relación en la estructura en el que se produce, vinculada a la estructura de los grupos actuantes (en conflicto).

El conflicto es un hecho real, que ha existido en todas las sociedades de manera empírica. Es una relación que actúa en contra de la unidad, es un elemento disruptor, una forma de desasociación, de confrontación y de ruptura. Pero también tiene una dimensión socializadora, como parte de una acción recíproca, pero sólo cuando se produce la lucha. En palabras del autor:

Cuando, producidas por ellas, [los elementos disociadores] ha estallado la lucha, ésta es un remedio contra el dualismo disociador, una vía para llegar de algún modo a la unidad, aunque sea por el aniquilamiento de uno de los partidos (Simmel; 1977: p. 265)

En este sentido, el conflicto se vuelve una unidad positiva, integrando a las individualidades al grupo, haciendo productivas relaciones de acción recíproca, al integrar en la relación las “cantidades inevitables de lucha”, inherentes al sistema. En éste sentido, el conflicto puede considerarse incluso uno de los factores principales en que las relaciones se equilibran (Tejerina; 1991: p. 55).

Entendiendo el conflicto como socialización, Simmel analiza si la confrontación y antagonismo en el individuo (que lleva al conflicto) responde a un patrón inherente en el individuo. En ese sentido, si bien el sentimiento de confrontación es innegable, explica que la personalidad necesita oponerse para afirmarse al entorno social. Dicho de otra forma, en la confrontación, cada individuo, al hacer un contraste con respecto del otro por medio de conflictos, por pequeños e irrelevantes que puedan parecer, va creando y desarrollando su relación con el otro y su entorno, es decir, socializándose.

De esta misma manera, esta forma de socialización va ocurriendo en las sociedades, en tanto las luchas vayan estructurándose en torno a ejes comunes, intereses objetivos, en que los individuos vayan adaptándose a determinadas situaciones, concienciando su entorno.

Con todo, el conflicto en Simmel tiene una función cohesiva, siendo la base de la formación grupal, considerando lo que el autor llama “el sentido unificador de la lucha”, entendiendo que ésta lucha obliga a grupos e individuos a concentrarse en el conflicto, y sin él, no tendrían nada en común (Simmel; 1977: p. 98).

En la misma línea, el sociólogo Estadounidense Lewis Coser considerará que el conflicto en la sociedad es algo que la beneficia directamente, ya que funciona como un estimulante para las normas y los avances en la sociedad:

El conflicto no sólo genera nuevas normas, nuevas instituciones […] puede decirse que estimula directamente al estrato económico y tecnológico. (Coser; 1957: p. 198)

La aparición de la invención y del cambio tecnológico en la sociedad occidental moderna, con la institucionalización de la ciencia como un instrumento de hacer y rehacer el mundo, fue hecho posible con la irrupción gradual de una estructura pluralista, y por ende una estructura de relaciones humanas tendientes al conflicto. (Ibíd.; 1957: p. 199)

La cuestión en Coser será el establecer una funcionalidad para el conflicto en la sociedad, dando la posibilidad de dinamizar las relaciones sociales y sus objetivos, cambio que puede ser cuestionado por salirse de la norma de orden con que se quieren llevar las sociedades, en cuanto a términos ideales:

El conflicto, aunque aparentemente disfuncional para sistemas altamente racionalizados, puede, de hecho, tener importantes consecuencias funcionales latentes. Al atacar y sobreponerse a la resistencia de innovación y cambio, que parece ser una ‘psicosis ocupacional’ […] puede ayudar a asegurar que el sistema no se sofoque en la rutina mortal de costumbre, y que en la actividad de planificación misma la creatividad e inventiva puedan aplicarse. (Ibíd.; 1957: p. 200)

El autor considera la teoría marxista en tanto concuerda con él que toda sociedad tiene una carga conflictiva inherente, y que es ésta tensión la que permite una transformación completa de la estructura y el sistema social:

[En palabras de Marx], el elemento negativo, la oposición, condiciona el cambio cuando el conflicto entre los sub-grupos de un sistema se vuelven tan agudos que en cierto punto éste sistema se quiebra. Cada sistema social contiene elementos de tensión y conflicto potencial, si en el análisis de la estructura social de un sistema estos elementos son ignorados, si el ajuste de los patrones de la relación es el único foco de atención, entonces no es posible anticipar el cambio social básico. (Ibid; 1957: p. 200)

De todas maneras, el conflicto en cada sociedad variará dependiendo de los elementos que compongan dichas sociedades, considerando que cada sociedad tiene distintos grados de tensión y conflicto:

Las fuentes e incidencia del comportamiento conflictivo en cada sistema particular varían de acuerdo al tipo de estructura, los patrones de movilidad social, de adscribir y conseguir status y de la asignación del escaso poder y riqueza, tanto como el grado en que las formas específicas de distribución de poder, recursos y status son aceptadas por los actores que las componen en los diferentes subsistemas. (Ibíd.; 1957: p. 201)