Considerando
a los autores recién expuestos, son varios los teóricos que construyeron sus
aportes en cuanto al conflicto como tal, ya sea tomando las teorías anteriores
para darle nuevos aires o refutándolas.
En
este contexto, el autor George Simmel desplazará la idea del conflicto, un
centralidad para Marx, y lo considerará (al conflicto en la sociedad) como una
forma más de socialización en los individuos, como una más de las interacciones
posibles en la sociedad.
De
esta forma, el conflicto puede presentarse en una doble dirección: en la
estructura del grupo en el que se desencadena el proceso conflictivo, y frente
a la estructuración interna de las partes en conflicto (Tejerina; 1991: p. 55).
Para
el autor, el conflicto se presenta en dos momentos: en tanto mecanismo de
socialización; y en tanto consideración del conflicto en relación en la
estructura en el que se produce, vinculada a la estructura de los grupos
actuantes (en conflicto).
El
conflicto es un hecho real, que ha existido en todas las sociedades de manera
empírica. Es una relación que actúa en contra de la unidad, es un elemento
disruptor, una forma de desasociación, de confrontación y de ruptura. Pero
también tiene una dimensión socializadora, como parte de una acción recíproca,
pero sólo cuando se produce la lucha. En palabras del autor:
Cuando, producidas por ellas, [los
elementos disociadores] ha estallado la lucha, ésta es un remedio contra el
dualismo disociador, una vía para llegar de algún modo a la unidad, aunque sea
por el aniquilamiento de uno de los partidos (Simmel; 1977: p. 265)
En
este sentido, el conflicto se vuelve una unidad positiva, integrando a las
individualidades al grupo, haciendo productivas relaciones de acción recíproca,
al integrar en la relación las “cantidades inevitables de lucha”, inherentes al
sistema. En éste sentido, el conflicto puede considerarse incluso uno de los
factores principales en que las relaciones se equilibran (Tejerina; 1991: p.
55).
Entendiendo
el conflicto como socialización, Simmel analiza si la confrontación y
antagonismo en el individuo (que lleva al conflicto) responde a un patrón
inherente en el individuo. En ese sentido, si bien el sentimiento de
confrontación es innegable, explica que la personalidad necesita oponerse para afirmarse
al entorno social. Dicho de otra forma, en la confrontación, cada individuo, al
hacer un contraste con respecto del otro por medio de conflictos, por pequeños
e irrelevantes que puedan parecer, va creando y desarrollando su relación con
el otro y su entorno, es decir, socializándose.
De
esta misma manera, esta forma de socialización va ocurriendo en las sociedades,
en tanto las luchas vayan estructurándose en torno a ejes comunes, intereses
objetivos, en que los individuos vayan adaptándose a determinadas situaciones, concienciando
su entorno.
Con
todo, el conflicto en Simmel tiene una función cohesiva, siendo la base de la
formación grupal, considerando lo que el autor llama “el sentido unificador de
la lucha”, entendiendo que ésta lucha obliga a grupos e individuos a
concentrarse en el conflicto, y sin él, no tendrían nada en común (Simmel;
1977: p. 98).
En
la misma línea, el sociólogo Estadounidense Lewis Coser considerará que el
conflicto en la sociedad es algo que la beneficia directamente, ya que funciona
como un estimulante para las normas y los avances en la sociedad:
El conflicto no sólo genera nuevas
normas, nuevas instituciones […] puede decirse que estimula directamente al
estrato económico y tecnológico. (Coser; 1957: p. 198)
La aparición de la invención y del cambio
tecnológico en la sociedad occidental moderna, con la institucionalización de
la ciencia como un instrumento de hacer y rehacer el mundo, fue hecho posible
con la irrupción gradual de una estructura pluralista, y por ende una
estructura de relaciones humanas tendientes al conflicto. (Ibíd.; 1957: p. 199)
La
cuestión en Coser será el establecer una funcionalidad para el conflicto en la
sociedad, dando la posibilidad de dinamizar las relaciones sociales y sus
objetivos, cambio que puede ser cuestionado por salirse de la norma de orden
con que se quieren llevar las sociedades, en cuanto a términos ideales:
El conflicto, aunque aparentemente
disfuncional para sistemas altamente racionalizados, puede, de hecho, tener
importantes consecuencias funcionales latentes. Al atacar y sobreponerse a la
resistencia de innovación y cambio, que parece ser una ‘psicosis ocupacional’
[…] puede ayudar a asegurar que el sistema no se sofoque en la rutina mortal de
costumbre, y que en la actividad de planificación misma la creatividad e
inventiva puedan aplicarse. (Ibíd.; 1957: p. 200)
El
autor considera la teoría marxista en tanto concuerda con él que toda sociedad
tiene una carga conflictiva inherente, y que es ésta tensión la que permite una
transformación completa de la estructura y el sistema social:
[En palabras de Marx], el elemento
negativo, la oposición, condiciona el cambio cuando el conflicto entre los
sub-grupos de un sistema se vuelven tan agudos que en cierto punto éste sistema
se quiebra. Cada sistema social contiene elementos de tensión y conflicto
potencial, si en el análisis de la estructura social de un sistema estos
elementos son ignorados, si el ajuste de los patrones de la relación es el
único foco de atención, entonces no es posible anticipar el cambio social
básico. (Ibid; 1957: p. 200)
De
todas maneras, el conflicto en cada sociedad variará dependiendo de los
elementos que compongan dichas sociedades, considerando que cada sociedad tiene
distintos grados de tensión y conflicto:
Las fuentes e incidencia del
comportamiento conflictivo en cada sistema particular varían de acuerdo al tipo
de estructura, los patrones de movilidad social, de adscribir y conseguir
status y de la asignación del escaso poder y riqueza, tanto como el grado en
que las formas específicas de distribución de poder, recursos y status son
aceptadas por los actores que las componen en los diferentes subsistemas.
(Ibíd.; 1957: p. 201)